sábado, 29 de septiembre de 2012

La gran evasión (fiscal)


El ministro Montoro anda quejumbroso, lloriqueando porque la recaudación fiscal no se corresponde con el índice de actividad económica. Y eso cómo se come? Pues con la cuchara de la economía sumergida, que amenaza convertirse en cucharón. El fenómeno no es nuevo. La Italia de los buenos tiempos era una economía competitiva con un sector privado donde colosos industriales como Fiat, Lancia u Olivetti convivían con una conjunto de microempresas que evitaban cuanto podían la mordida fiscal de un sector público corrupto e ineficiente, al que el pueblo culpaba de todos sus males con la merecida frase “piove, governo ladro!” (Llueve, gobierno ladrón!)
En España está pasando lo mismo y esto se parece cada vez más a la película “La Gran Evasión”, en la que un grupo de prisioneros aliados organizaba la fuga masiva de un campo de concentración nazi. Así, contribuyentes de diversa graduación tratan de escapar del cerco fiscal cavando túneles en todas direcciones. Los de mayor rango sacan masivamente capitales al amparo de la libre circulación intracomunitaria, un cuarto de billón de euros han salido este año del país, o deslocalizándose ellos o sus empresas. La clase de tropa, pymes y autónomos, cobran en negro, única salida que les deja un sistema donde cada vez tienen que trabajar más días para el fisco antes de poder empezar a pagar al panadero. En todas partes cuecen habas y en Francia, por ejemplo, el multimillonario Arnault le ha dado un corte de mangas a los impuestos de Hollande, haciéndose belga.
Los carceleros tratan de evitarlo apelando a todos los medios. Recurrieron a la zanahoria de la amnistía fiscal, pero los conejos no acudieron al reclamo pues ya no se fían del hortelano. Luego trataron de echar mano del palo de los tipos impositivos y la inspección fiscal, olvidando, en su ceguera recaudatoria, que contra ellos hay dos escudos que figuran en cualquier manual básico de Hacienda Pública. Los tipos marginales altos no aumentan la recaudación porque la gente deja de declarar o de trabajar cuando ya no les compensa fiscalmente. En cuanto al coco de la inspección, pasar por una de ellas, contra lo que pudiera suponerse, hace que se les pierda el miedo porque los inspeccionados ven que el león no es tan fiero como lo pintan.
Impotentes, los poderes públicos, renunciando a la justicia tributaria, se han puesto a dar palos de ciego sin distinguir rentas altas de bajas, paganos de evasores, ni tirios de troyanos, con subidas de los impuestos indirectos, desde los especiales al IVA reducido, las tasas, contribuciones y multas. Todo vale con tal de mantener su nivel de gasto, desde recargos sobre recargos a tasas por recoger setas. En el colmo del disparate, quieren hacer tributar a las bicicletas, convirtiendo en hecho imponible el pedaleo de los niños.
Yo no creo que el personal se niegue a pagar impuestos, sino solo a ser exprimido por una clase política que recorta todo menos lo suyo. Es ofensivo que quienes no vacilan en comerse el asfalto de las carreteras para mantener los Iphones de los miles de cargos y enchufados de un organigrama inútil multiplicado por 17 (por no hablar de los fraudes multimillonarios en EREs falsos o en polideportivos con más comisiones que cemento) apelen al patriotismo de los ciudadanos para meter la mano en sus bolsillo, haciendo buena la frase “el patriotismo es el último refugio de los canallas”.
No se trata de utilizar palos ni zanahorias sino un argumento más simple: moderación, transparencia y decencia. Porque, como decía el economista Arthur O. Fraser “Cuanto mayores son los impuestos y más insidiosa la acción recaudatoria, más súbditos y más esclavos somos del Estado.” A nadie extrañe pues, que cada vez sean más los españoles que ven en la economía sumergida el camino a la libertad.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

El tronco sin ramas


Dicen que la economía es la administración de los recursos escasos, entre ellos el capital. La escasez de capital da lugar al denominado efecto de expulsión o crowding-out, que se produce en un país cuando se emite en masa deuda pública con tipos de Interés elevados para financiar el gasto público. El resultado es la expulsión del mercado financiero de los emisores privados, que no pueden competir con el Estado por garantía, seguridad y remuneración. Si, para financiar a nuestros estado y autonomías manirrotos, la prima de riesgo se dispara, las empresas no pueden invertir ni crear empleo porque los bancos e inversores privados comprarán deuda pública que tiene mayor rentabilidad que la privada y además la garantía del Estado y, en última instancia, la de Europa.
Al problema anterior se une las diferencias entre el comportamiento del sector público y el privado en estos años de crisis. Mientras el primero se ajustaba, reduciendo sus gastos y plantillas hasta el límite, el  segundo ha seguido aumentando su déficit gastando millones y millones de euros en aumentar sus organigramas plagados de políticos y enchufados, dedicados a pagar cosas tan útiles como la “Transversalización e institucionalización de la equidad de género en la municipalidad de Ayutuxtepeque, El Salvador” o, sin movernos de Extremadura, los “Premios Ceres de Teatro”, desconocidos hasta ayer y que seguirán siéndolo mañana.
Así, vemos como todos los esfuerzos en política económica se dedican a la financiación de un Sector Público improductivo, que se asemeja a un inmenso tronco que absorbe toda la savia del árbol sin dejar nada para las ramas. Y a fuerza de vampirizar al resto no deja que florezca el árbol de la economía y de frutos. Porque ningún político tiene idea de lo que es añadir valor y crear empleo ya que nunca lo han hecho.
Saldremos de esta porque siempre hemos salido, a pesar de esa casta con la que ya nadie se identifica y que es parte del problema. Los datos nos demuestran que, contra viento y marea, el sector privado está exportando, creando riqueza  y devolviendo el dinero a sus acreedores. Pagaremos un alto precio, que se habría evitado en parte si hubiéramos tenido unos líderes dignos de tal nombre, pero saldremos aunque haya que talar el tronco, porque España sigue siendo un gran país y entre todos podemos hacer que florezca de nuevo.
Ad astra per áspera!

domingo, 23 de septiembre de 2012

Hala con Alá!


Anda revuelto el Islam a cuenta de una película barata en que Mohamed (Mahoma en cristiano) aparece con un puntito gay y se dice que el burro es el principal animal del mundo islámico. La mayoría de los que protestan  ante las embajadas occidentales no han visto la peli, pero como los imanes de turno han llamado a la lapidación de los infieles (un simpático ministro pakistaní ha ofrecido 100.000 $ por la cabeza del autor de la película) se han lanzado en tromba a las revueltas callejera contra un enemigo tan temible como una cinta de video y las viñetillas irrespetuosas con el profeta que ha publicado posteriormente una revista francesa.
Por mucho que algunos traten de vendernos que hay un islamismo moderado, los hechos se empeñan tozudamente en demostrar lo contrario. No se trata de discutir las suras del Corán para ver si, cuando hablan de despellejar a los infieles, es en sentido literal o con “animus iocandi”, aunque a mí la frase  “anuncia a los infieles (Cristianos y Judíos) un castigo doloroso!" (Corán. Sura 9: 3) me inquieta un poco. Tampoco de examinar si la interpretación del libro sagrado es compatible con el concepto de dignidad de la mujer del mundo occidental, si bien la expresión “amonestad a aquellas de quienes temáis que se rebelen, dejadlas solas en el lecho, pegadles!” (Corán. Sura 4: 34) no es compartida plenamente por mi esposa.
El problema es que cualquier acto de un occidental susceptible de herir la sensibilidad de un imán de pueblo tiene el efecto de incendiar el mundo árabe y, lo que es peor, de las comunidades musulmanas de occidente. Y no solo eso, sino que algunos de los principales papanatas de Occidente salen en defensa de los intransigentes con manifestaciones tan cobardes como las del secretario general de la ONU, según el cual “la libertad de expresión es un derecho que no debería servir para provocar y humillar los valores y las creencias de otros pueblos”, argumento que no se emplea cuando se satiriza al resto de las religiones e ideologías del mundo. Lo cierto es que cuando se dice esto, se está diciendo en realidad que hay que acabar con la libertad de expresión.
A mí me gusta pensar que la Declaración de Derechos del Hombre, esa que han firmado también los países integristas de Oriente Medio aunque se la pasen por el forro, es la base de nuestra civilización. Y que hay que defender sus principios frente al fanatismo de unos individuos cuya evolución ideológica en los últimos siglos se limita a haber sustituido los camellos por vehículos de importación.
Pero si ahora resulta que vamos a renunciar a nuestros principios y creencias, entre ellas esa de que "todos hemos sido creados libres e iguales", o la de que "todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión" en función de lo que opine un chiíta analfabeto, va a ser cuestión de ir acostumbrándonos a la chilaba y el burka, porque para el Islam no hay términos medios. 
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domingo, 16 de septiembre de 2012

El fin de la “democracia callejera”.


El post de hoy iba a tratar sobre sindicalistas, indignados y protestas, mas el resultado de la concentración del 15-S en Madrid ha hecho necesario modificarlo ante la falta de material, porque no quedan sindicalistas ni indignados o, si los hay, ya no ejercen. Efectivamente, las cifras oficiales y las recogidas por la casi totalidad de la prensa (salvo Mundo Obrero y algún otro) coinciden en una asistencia de manifestantes inferior a 100.000 y, teniendo en cuenta que se habían movilizado la totalidad de sindicatos y colectivos de “protestantes” de toda España, el resultado es un fracaso sin paliativos.
Los perdedores de las elecciones no pueden atribuirse el derecho a juzgar en la calle si el ganador cumple o no el programa electoral y si está  legitimado para gobernar, porque en ningún país democrático es así. En democracia el veredicto sobre la actuación del gobierno se dicta por los electores en las urnas, una vez terminado el mandato de los representantes. El fracaso de la movilización del sábado es el fracaso de un amplio sector de la izquierda española, partidaria de la democracia solo cuando gana las elecciones y no cuando las pierde, en una curiosa adaptación del principio absolutista del Rey Sol “El Estado soy yo”, traducido en la fórmula “La Democracia soy yo”.
Por otra parte ha quedado patente la irrelevancia y descrédito de unas organizaciones sindicales incapaces de movilizar ni a los suyos, que ya solo defienden sus privilegios y están al margen de una nueva realidad marcada por aspectos como el autoempleo, las redes de colaboración, el teletrabajo o la globalización. Si a eso se le suma la falta de ética que ha caracterizado su trayectoria en los últimos años, nos encontramos con unos tigres de papel abocados a la transformación o la papelera. Conociendo a sus líderes, seguramente tratarán de seguir rugiendo este invierno aunque solo se oirán maullidos.
Pero el aburrimiento de los revoltosos o la normalidad democrática de la mayoría no legitiman a los políticos para aplicar la frase de Tierno Galván “las promesas electorales se hacen para incumplirlas”, porque al final devienen consecuencias indeseables. La inmediata es el hastío de los votantes ante una casta a la que ven ajena. Cuando se rompe el contrato entre representantes y representados se da alas a los aventurerismos políticos de quienes pescan en rio revuelto, tengan el título de Cavaliere como en Italia, o de Conde como en  España.
La democracia, a pesar de quienes  pretenden convencernos de lo contario, no mejora porque aumente el número de políticos y de elecciones sino porque sepamos qué hacen los que hay (para eso cuantos menos mejor) y porque su actuación responda a la voluntad e intereses de la ciudadanía a la que representan y les ha votado. En cuanto a las minorías, debe quedarles claro su derecho a ser oídas y a tratar de alcanzar el poder mediante las urnas, pero no a imponer su voluntad tomando las calles.
Esperemos que nuestros gobernantes  saquen conclusiones de esto, y se convenzan de que gobernar tratando de satisfacer a todos para asegurarse el rédito electoral es la forma de no satisfacer a nadie. Y en consecuencia hagan lo que tienen que hacer, sin excusas y con claridad, anteponiendo los intereses de su electorado y del país a los propios.
 

domingo, 9 de septiembre de 2012

La concejala y sus mariachis.



La afición de una concejal de pueblo al porno casero no da, aunque algunos se esfuercen desde uno y otro lado, para juicios morales. Las prácticas sexuales de la señora no dejan de ser un asunto casposo que no debería traspasar los límites geográficos de Los Yébenes, ya que han traspasado los de su alcoba. Pero el feminismo en pleno y la progresía no podían dejar pasar la ocasión de hacerse notar y se han levantado en armas para defender a la edil de unos supuestos ataques que no se han producido, salvo los de risa de sus paisanos.
Y así la exhibicionista se ha visto amparada por una cohorte de abogados de pleitos pobres esgrimiendo argumentos de tanta enjundia como que su dimisión sería el triunfo de los “castradores de lo natural”, o una muestra de que “hemos vuelto a la España de la Casa de Bernarda Alba”, entre otras sandeces. A buenas horas nos vienen con la liberación sexual!
Nuestros antepasados los monos se masturbaban sin complejos. Y lo siguen haciendo pues recuerdo, de las visitas en la infancia a mis abuelos maternos, los paseos por el parque de Lugo, donde había un macaco que se aplicaba a la tarea con una dedicación digna de encomio. La diferencia entre el simio y sus parientes humanos es que, con la evolución, estos han decidido de común acuerdo reservar a la intimidad sus prácticas sexuales. En Esparta iba todo el mundo en porretas y nadie se escandalizaba. Pero los mismos helenos tenían tabiques en sus casas para masturbarse al abrigo de las miradas de la suegra, evitando además enojosas comparaciones sobre tamaño y técnica de yernos y nueras.
Que feministas, periodistas y políticos exhiban como lema en twitter el hastag #yotambienmemasturbo es una muestra de que en algunos aspectos cualquier tiempo pasado fue mejor. Si a Elcano (“primus circumdedisti me”) le hubieran dicho que el premio a sus esfuerzos sería un escudo con lema de película guarra, seguramente se habría quedado en su casa. Blasón tan cutre solo sería aceptado entre nuestros clásicos por el Cipote de Archidona.
Porque por mucho que algunos de los tontos más selectos de la piel del toro se empeñen en lo contrario, no hay dignidad ni gloria en el porno de baratillo. Y los que pretendieron hacer una causa de democracia, feminismo y libertad sexual se encontraron con la sórdida historia de un marido cornudo, un futbolista ceporro e indiscreto y una necia con ardores de entrepierna.
En estos tiempos, muerto el becerro de oro como objeto de culto, no es mala cosa buscar inspiración en grandes personajes. Pero puestos a ello podemos ser selectivos y elegirlos de más altura que la pornoedil. Seguro que, sin esforzarnos demasiado, podemos encontrar mejores referencias dentro y fuera de nuestras fronteras.

jueves, 6 de septiembre de 2012

De preferentes, timos, creyentes y paganos.


“Octubre es uno de los meses particularmente peligrosos para especular en la Bolsa. Los otros meses peligrosos son julio, enero, septiembre, abril, noviembre, mayo, marzo, junio, diciembre, agosto y febrero” - Mark Twain-
Hay cosas de Perogrullo pero que la gente tiende a olvidar. Una es que el riesgo de las inversiones es para el inversor, al igual que las ganancias, y no para la vecina del quinto. Otra que riesgo y beneficio están directamente relacionados: a mayor riesgo mayor beneficio y viceversa. Esto último no es una cuestión de finanzas avanzadas sino la explicación del conocido principio “nadie da duros a cuatro pesetas”
Y si los componentes principales de las inversiones son el riesgo y el beneficio, las fuerzas que rigen los mercados financieros son la expectativa de beneficio y la aversión al riesgo, aunque los brokers lo dicen de una forma más sórdida: la codicia y el miedo. Pues bien, lo que debe quedar claro es que quienes movidos por la codicia invierten en activos arriesgados no pueden pretender cargar sus pérdidas a quienes por miedo no han participado en sus ganancias.
Y a cuento de qué viene esto? Pues a propósito del lío de las participaciones preferentes, donde ya se están constituyendo plataformas de afectados, desde los de las cajas gallegas a los de las valencianas. Todos ellos pretenden salvar el quebranto de sus inversiones bajo el  archiconocido lema “qué hay de lo mío”, dirigido como no, a los poderes públicos. Y así quieren que los platos rotos que les han correspondido en el desaguisado financiero lo acabemos pagando los sufridos contribuyentes.
Alguno dirá, “hombre, algo habrá que hacer con los pobres abuelos que invirtieron sus ahorros sin saber lo que compraban”. Cierto, pero podían haber preguntado porque nadie les obligó a comprar nada. Si hubieran aplicado la frase de Warren Buffet  “Nunca invierta en negocios que usted no pueda entender” o, sencillamente,  la regla de los duros y las pesetas, no les habría pasado nada a sus ahorros. Y sobre todo porque los abuelos prudentes no deben pagar con los suyos las inversiones ruinosas de los que no lo fueron sin disfrutar de sus ganancias. La solución pasará por reclamar judicialmente a los estafadores si los hay, pero no por meter la mano en el bolsillo de los inocentes.
Además, no se entiende la razón por la que habrían de salir mejor librados los tenedores de participaciones preferentes que los accionistas del Banco Popular, por ejemplo, cuyas acciones valen hoy la décima parte que antes de la crisis. Siguiendo la teoría de privatizar las ganancias y socializar pérdidas deberíamos responder también  de las inversiones en las empresas de Ruiz Mateos (de locos que ese tipo consiguiere colocar a sus “creyentes” obligaciones de 60.000 euros garantizadas con un barril de coñac), en el Forum filatélico (timo de la estampita, léase sellos, pero en fino) y ya puestos, de los engaños por el timo del toco-mocho callejero o de los triles.
Siempre ha habido ruinas financieras, cierres de bancos y crack bursátiles. La diferencia es que antes se aceptaban y los damnificados se iban a casa silbando con las manos en los bolsillos, o se tiraban de la azotea de un rascacielos. Ahora se van a la ventanilla de un organismo público a quejarse y pedir que les devolvamos su dinero. Lo dicho, cuando se juega lo primero es leer las reglas del juego y aceptarlas. Y si no nos gustan hacer como los mirones en el tute, dejar jugar a los demás, estar callados y dar tabaco. Pero nos hemos acostumbrado a acudir para todo a papá-estado y han desaparecido los verdaderos deportistas, sustituidos por jugadores de ventaja que quieren cambiar las reglas cuando pierden la partida. Eso siempre se ha considerado trampa pero, si lo que se lleva en estos tiempos  es que el perdedor endosa la factura a los mirones, avisenme para ir corriendo a comprar bonos griegos que rentan el 400%. Cuando salgan rana ya les llamaré para que pasen por caja.

sábado, 1 de septiembre de 2012

De ex banqueros, chorizos, políticos y tangos.


“La honestidad es la mejor política.” (Benjamin Franklin)
La irrupción en escena del partido Sociedad Civil y Democracia ha sido otra de las noticias del verano. Las aspiraciones de su promotor, Mario Conde, a presidir el gobierno no pasarían de ser una anécdota si no fuera por la preocupante naturalidad con que la prensa trata la nueva de que un condenado en firme por falsedad, estafa y apropiación indebida probadas pretende gobernarnos, llegando un diario supuestamente serio a presentar su candidatura en portada a toda página.
Pese a las nefastas consecuencias para España de la falta de honestidad de quienes han dirigido nuestra economía y finanzas, parece seguir vigente la letra del viejo tango Cambalache:
“¡Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor!...
¡Ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador!
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
¡Lo mismo un burro
que un gran profesor!”
La  acogida en los medios de las aspiraciones de Conde me parecen un síntoma evidente de la enfermedad moral de una sociedad cuyos ciudadanos trinan pidiendo honradez a los personajes públicos, sean políticos, banqueros u otros, cuando sufren directamente sus desmanes, pero que cuando las víctimas son otros siempre encuentra razones para disculparles, algunas de tanto peso como “todos lo hacen”.
En cualquier país desarrollado se exige a los aspirantes a un cargo representativo de cierto nivel una trayectoria intachable. Quizás no haga falta llegar a los extremos de los vecinos nórdicos, donde copiar algunos párrafos de la tesis doctoral provoca la dimisión de un ministro. Pero entre eso y el relativismo moral de admitir a un personaje que cuenta en su currículum con penas  de más de 20 años de cárcel por delitos comunes hay un abismo. Menuda imagen tercermundista daríamos si llegara a representarnos en el exterior! En USA, Alemania o Dinamarca la presentación de un candidato con ese bagaje sería recibido con un lanzamiento masivo de tomates y huevos podridos.
Y no basta con decir que ya cumplió su pena. Nadie le niega el derecho a rehacer su vida, pero el lema “el pasado no importa” es aplicable en la Legión Extranjera, no en la vida pública. Colocar en el mismo rango moral a Mario Conde y al Dalai Lama solo porque ninguno de los dos tiene asuntos  pendientes con la ley es de una injusticia manifiesta. Siguiendo esa línea ética, no podríamos sorprendernos si el de Tuy se hace acompañar en su candidatura por Juan Guerra y el Dioni, cuyas cuentas con la justicia están saldadas igualmente.
Mi pronóstico sobre las perspectivas de Mario Conde es reservado en el sentido médico, es decir, pienso que incierto y con perspectivas oscuras. No me cabe en la cabeza que, con la fama que tienen los banqueros y los políticos, y estando la sensibilidad de la ciudadanía a flor de piel por las chorizadas a las que hemos asistido en estos años, pueda tener éxito quien reúne la triple condición de banquero, político y chorizo. Más aun cuando el cóctel se remata con una soberbia desmedida. Confío en que los gallegos pongan las cosas en su sitio y, siguiendo con el tango, respondan al “despliegue de maldá insolente” de su paisano dándole la patada en las posaderas que se merece.