martes, 28 de febrero de 2012

Arriando las velas.



Caigo en la pedantería de despedirme públicamente de los lectores del blog, como si éste fuera algo importante, por respeto al puñado de seguidores del mismo que se han convertido en amigos, si no lo eran ya, y a los que he creído necesario darles una explicación de las razones para dejarlo temporalmente en dique seco.

Un año después de su inicio termina esta andadura. El compromiso no escrito de publicar un par de post por semana se ha convertido en una obligación añadida a las innumerables tareas que supone el proyecto empresarial en el que andamos embarcados. La necesidad de reservar las energías restantes para la familia es la mejor razón para aparcar este escaparate de ideas hasta que las aguas corran más tranquilas.

Además, el blog corría el riesgo de convertirse en un espacio político o en la válvula de escape de los cabreos producidos por la lectura de la prensa, y tampoco se trata de añadir leña al fuego en tiempos en que todos debemos sumar y animar.

Para cerrar el círculo, solamente decir que sigo con el convencimiento de que quejarse del viento no conduce a nada y que ajustando las velas llegaremos a nuestro destino. La esperanza de arribar a buen puerto es la fuerza que debe permitirnos completar nuestra singladura vital y dejar en el mar una estela que perdure.

Gracias a todos los que habéis dedicado algo de vuestro tiempo a seguirme y confío en que más pronto que tarde vuelva a ponernos en contacto este blog u otro foro mejor.
Hasta la vista.

lunes, 27 de febrero de 2012

El tahúr de Palma



“Y el no llegar da dolor… más ay de ti se te pasas, si te pasas es peor”. Así explicaba Don Mendo sus problemas con el juego de las siete y media en la famosa comedia. En parecido lance se encuentra nuestra monarquía, porque no se ve la manera de que la apuesta del Duque de Palma resulte ganadora.

Si no llega a conseguir endosarle el muerto a su socio, y acaba con sus huesos en la cárcel, el golpe para la Corona española será terrible, por las críticas y chistes que pueden circular sobre un Urdangarín en pijama de rayas. Pero ay de él, o mejor dicho de su suegro, si se pasa y sale del juzgado absuelto o con la causa prescrita o archivada. Porque a estas alturas no hay un español que no piense que sólo saldrá libre si, como nos tememos, no somos todos iguales ante la Ley.

El destino de la Corona, como el de los equipos que fallan en los primeros partidos de una fase de clasificación, ya no depende de sus propios resultados sino del de los demás. Si Rajoy endereza la economía, es posible que los españoles olvidemos las miserias de nuestra Monarquía y el tiempo sane los pecados de Urdangarín y la Infanta, socia y secretaria en los negocios. De lo contrario, será difícil que un país con dificultades y harto de sus políticos aguante el espectáculo de una familia real sonriente y feliz, cuando algunos de sus miembros forman parte del bando de los “trincones”, que tanto perjuicio han causado. Su mejor defensa será, tristemente, lo engorroso del procedimiento de "desahucio real", con trámites más complicados que los aplicables a quienes no pagan la hipoteca.

Porque aunque griten mucho, son muy pocos los partidarios de una 3ª República, y menos con una bandera tricolor ajena al pueblo español y de infausto recuerdo. Pero esta posibilidad depende, más que de la fuerza de los republicanos, de la debilidad de una monarquía que ha dilapidado su mayor capital, el prestigio.

Se cumple otra vez la frase “los Borbones nunca aprenden y nunca olvidan”. El Rey, en lugar de tapar los atropellos de su yerno, debía haberlos impedido. No ha aprendido que, si los pocos republicanos que había en tiempos de su abuelo proclamaron la República, tras unas elecciones en que no se decidía la forma del Estado, fue porque no hubo ni una pareja de guardias civiles dispuestos a defender el trono. Gracias entre otras cosas al caso Urdangarín, tampoco habrá nadie que lo haga si se vuelve a plantear la ocasión.

Berlín



Cuando Berlín fue bombardeada por los aliados en la 2ª G.M. no quedó casi nada en pie que permitiera recordar lo que había sido la capital alemana. Tal magnitud tuvo la catástrofe, que los taxistas no reconocían las calles de su ciudad. Imaginad la desesperación de unos ciudadanos que se veían sin nada y con la incertidumbre del vencido, a merced de un enemigo cuyos propósitos ignoraban.

Las ciudades españolas tienen hoy sus edificios más cuidados y limpios que nunca y no hay peligro de bombardeos, ni de que un enemigo extranjero pise nuestro suelo. Sin embargo el estado de desánimo no es muy distinto del que debían sentir los alemanes hace poco más de medio siglo. Efectivamente, se ha apoderado de los españoles un pesimismo contagioso que ha llevado a que ya ni siquiera los gurús del optimismo se atrevan a manifestarse, temerosos de parecer fuera de tono.

Por el contrario, se erigen en pregoneros de la hecatombe los mismos que, cinco años atrás, llamaban cenizo y antipatriota a cualquiera que se atreviera a decir que venía una borrasca y era necesario tomar medidas. Sindicalistas de a 180.000 euros y políticos fracasados ponen el grito en el cielo y llaman a la revuelta contra cualquier posible solución a los males que ellos más que nadie han contribuido a crear, en una reedición del dicho absolutista “después de mí el diluvio”. Y para rematar la faena, los medios han entrado al trapo de las lamentaciones con un entusiasmo digno de mejor causa. Algunos locutores parecerían encantados de narrar en directo la noticia del fin del mundo según el calendario maya.

Pues bien, volviendo al principio, hoy los berlineses disfrutan de una ciudad convertida en el centro económico de Europa. Y no hay ninguna razón para que nosotros no podamos superar la crisis como hicieron ellos. La historia nos dice que los pueblos con voluntad de superar los obstáculos siempre lo han conseguido. Ignoremos a quienes, tras haber pilotado un proyecto fallido, en lugar de apartarse y permitir que otros tomen el timón para conducirnos a buen puerto, pretenden hacernos caer en la desesperanza y el nihilismo. Conseguir de nuevo que España sea un país próspero y respetado solo depende de nuestras ganas de levantarnos otra vez.

Nada de lo que merece la pena se consigue sin esfuerzo y no ayudan a comenzar la tarea las lamentaciones de muchos a los que les es aplicable el dicho “la rueda más estropeada del carro es la que hace más ruido.” Así que, ya puestos, nos apretamos los machos y salimos de casa llorados y peinados, porque hace mucho frío y la mejor forma de entrar en calor es moviéndose, aunque sea en círculo.

sábado, 25 de febrero de 2012

Reformando que es gerundio



Esto de las reformas tiene miga. A unos no les gustan nada, a otros pocos y la mayoría contenemos la respiración mientras nos santiguamos para que funcionen. Mas lo cierto es que cuando tu casa es una ruina absoluta o te cambias de casa, lo que en este caso supone emigrar a Alemania, o la reformas de arriba a abajo.

Además, parece que de una vez por todas se están enfocando los verdaderos problemas de nuestra economía: gasto público disparado, burbuja inmobiliaria, falta de liquidez y rigideces de los mercados, incluido el laboral. El desmadre en el gasto de las administraciones, incluidos falsos ERES, Institutos Noos y similares, ha provocado la ruina de éstas y el impago generalizado a proveedores. La burbuja inmobiliaria tiene lastrados los balances de los bancos haciendo que no puedan financiar a consumidores y empresas. Las dos circunstancias anteriores han motivado una falta de liquidez que ha paralizado la economía porque una economía sin dinero es como un cuerpo sin sangre. Y las rigideces en la regulación y burocracia, en un mundo que cambia a toda prisa, son otro dardo paralizante clavado en el costado de nuestra economía.

¿Donde dejo el paro y la deuda? Esos no son causa sino consecuencia de todo lo demás. Si las administraciones no pagan, los bancos no financian y la regulación es un muro, las empresas cierran y no se abren otras. Y sin actividad privada no hay empleo ni ingresos públicos. Cuando las empresas tengan facilidades crearán riqueza y empleo.

Al menos este gobierno tiene claro que es el sector privado quien sostiene al público y no al revés. Porque cuando escucho a los sindicatos diciendo que la receta es aumentar el gasto y el empleo de las administraciones se me ponen los pelos de punta. ¿Se enterarán algún día de que no se pueden conseguir resultados distintos haciendo lo mismo que nos ha llevado al desastre?

¿Funcionarán las medidas? Pues la bola de cristal se me rompió y todavía no me han traído la nueva, pero al menos el sistema tiene lógica. Hay gente dispuesta a tomar iniciativas y echarse el país a las espaldas pero tienen que darse un mínimo de condiciones. Yo creo firmemente que vamos a salir de esta, y que será más pronto que tarde. Nos dejaremos unos cuantos pelos en la gatera pero siempre será mejor que dejarse el pellejo entero. Así que, visto el nuevo plano del edificio, toca coger la paleta y el mortero y arrimar el hombro porque cuanto antes empecemos antes terminaremos.

Y, sobre todo y contra todo, seamos optimistas porque no parece muy útil ser otra cosa.

jueves, 23 de febrero de 2012

La delgada linea roja



Así se conocía a la infantería británica en siglos pasados, en referencia a los colores del uniforme y su forma de combatir. Hoy es el término utilizado por la izquierda española en la oposición para nombrar a los límites que nadie puede traspasar so pena ser respondido con la movilización callejera. Cuando estaban en el gobierno trazaban otro tipo de lineas, la modalidad denominada “cordón sanitario”, cuyo fin era aislar a la impura oposición de derechas del contacto con ninguna otra formación política, no fuera que pudiera contagiar sus ideas.

Debería recordar la izquierda que es la Constitución, aprobada con el consenso de las distintas fuerzas políticas y ratificada por una inmensa mayoría de los españoles, la única que puede trazar líneas rojas. Y la Constitución establece precisamente que los ciudadanos tienen derecho a participar libremente en los asuntos públicos, trazando una clarísima línea roja que protege las sedes de los partidos del ataque de sus rivales políticos.

Cuando se pierden las elecciones, el derecho al pataleo se puede ejercer en múltiples formas, incluido el derecho de manifestación al amparo de la Ley Orgánica 9/1983 de 15 de julio que, por cierto, no autoriza descalabrar policías. Pero en ningún caso el perdedor puede exigir límites no previstos en la constitución a la actuación del parlamento soberano y al gobierno surgido del mismo. Cuando se pretende imponer la propia voluntad a la del pueblo mediante la violencia callejera no se está haciendo un ejercicio de democracia sino de escuadrismo, exactamente igual que el de los camisas negras de Mussolini a principios del siglo pasado.

Estos días asistimos a la más burda manipulación por los que han fracasado estrepitosamente en los pasados comicios a causa de sus propios errores, que no parecen soportar la pérdida del momio del poder. Lo peor no es que dañen la imagen de España en el exterior, contribuyendo poco a arreglar la situación que ellos mismos crearon. Tampoco que compensen su incapacidad para hacer algo grande con la de causar destrozos. Ni siquiera que mocetones con edad para ser subsecretarios de estado pretendan hacerse pasar por adolescentes de instituto. Lo peor es que en el país de Nadal, Gemma Mengual, Casillas, Pujol, Alonso o Gasol, demuestran ser malos deportistas y malos perdedores.

La historia se los llevará como el viento se lleva las hojas secas. Vae victis.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Extremadura se cae (y 3) La mentira empresarial.



Ibarra, como todo caudillo que se precie, tenía la pretensión de crear un conglomerado industrial que diera lustre a su proyecto político. Y así, milagrosamente surgió en Extremadura una industria metalúrgica. Al principio muchos no daban crédito a que un chatarrero local prosperara en un sector que estaba siendo desmantelado en el Norte de España. Pero quién dijo miedo a los descendientes de los conquistadores. Bastaba con dar todas las facilidades administrativas (instalar una siderurgia en medio de los valles jerezanos nunca fue un problema ambiental) y financieras (entre otras cosas el grupo absorbía la casi totalidad de los fondos del capital- riesgo público extremeño) y arreando que es gerundio.

No era lo único. Paralelamente impulsó otros proyectos en el sector de la construcción, siempre apoyando a empresas amigas en perjuicio de las de cualquier otro lugar de España que no tenían cabida en los concurso públicos. Lo de menos era que la adjudicación de las obras no cumpliera la ley de contratación administrativa. Si había que fraccionar los contratos se fraccionaban y, si no, se valoraban los méritos en la forma más conveniente. Así se fue excluyendo a todos en beneficio de una reducida camarilla de empresas amigas, cuando no participadas por cargos políticos, que vivían al amparo del DOE.

Fernández Vara no quiso ser menos y se rodeó también de un entramado empresarial que tenía poco que ver con el mercado y mucho con la Administración. Ahora no se trataba de cuatro compadres que se juntaban para comer los fines de semana, sino que la cosa se articuló en un conglomerado de empresas públicas, clústeres, asociaciones de emprendedores y foros de todo tipo, con más organigrama que mercados y clientes. Pero entre los fondos europeos y el recurso al déficit se conseguía el dinero para hacer girar las ruedas del artefacto. Y el aprendiz de brujo consiguió titulares periodísticos del calibre “la Junta se mete a empresaria”, que le hicieron hincharse como una pez globo, de modo que el nuevo Peter Drucker oliventino se permitía dar lecciones a auténticos empresarios, sin molestarse en estudiar la diferencia entre el debe y el haber.

Llegó la crisis y al principio pareció que el tinglado se mantenía, ajenos los actores a que las cosas de palacio siempre van despacio, pero van. Mas, cuando cayeron los ingresos públicos y se cerró el grifo financiero, el chiringuito empresarial se encontró colgado de la brocha de la Junta de Extremadura y sin la escalera de cualquier empresa, que no es otra que el mercado. Eso, unido al cambio de gobierno regional, le dejó sin capacidad de respuesta, porque se habían olvidado de lo que es un cliente y una venta.

Y así los grandes grupos empresariales de Ibarra son hoy un puro concurso de acreedores y los más pequeños y elegantes de Vara son como peces que boquean fuera de la pecera. Bien, poco había y poco quedará. Se ha perdido una magnífica oportunidad, pero no debe ser ese el último vagón al que podamos subirnos. Siempre hay otra ocasión para el que la busca, pero esta vez debemos procurar montarnos en un ferrocarril de verdad y no en un trenecito de juguete, aunque tenga bonitas luces de colores.

lunes, 20 de febrero de 2012

A tomar cervezas y a vivir!


Con esta refrescante declaración de intenciones cerraba la protesta sindical del 19-F el secretario de organización de CC.OO. No me pilló de sorpresa, porque mi caída del guindo sindical se produjo a principios de la década pasada, en el transcurso de unas oposiciones en las que formaba parte de un tribunal.

Las pruebas llevaban tiempo sin convocarse y la expectación era grande, congregándose en el primer examen miles de personas representando lo más florido del mundo opositor. Interinos, opositores de nuevo cuño, familiares y amigos, personal de las facultades, miembros de los tribunales y sindicatos estaban convocados en el campus universitario cacereño. Pero la convocatoria se fijó un domingo a las 8 de la mañana lo que ¡ay! fue demasiado para los sindicatos, que solo pudieron movilizar a un representante de CC.OO., farmacéutico jubilado por más señas, y que en aquella época tenía casi 80 años.

Aquel buen hombre, que se paseaba de aula en aula con una chapa sindical en un afan desmedido de ser visto por todos los opositores porque decía en su ingenuidad “verme les da tranquilidad”, fue el único justo que evitó que, como sucediera en Sodoma y Gomorra, Dios enviara una tormenta de fuego para arrasar las centrales sindicales extremeñas, castigándolas por su pecado de pereza y desvergüenza.

Y desde entonces hasta hoy he visto a los sindicalistas con esa actitud, madrugando sólo para ir de pesca y despilfarrando su crédito moral como nuevos ricos, sin ser conscientes de que donde se saca y no se mete al final irremediablemente se ve el fondo. Y agotado su capital ético (no así el etílico por lo que se ve) en tiempos en que nada escapa a la lupa de Internet, se ven ahora sorprendidos porque sus proclamas caen en el vacío y sus manifestaciones son contestadas en las redes sociales con la mofa del respetable.

Instituciones mejores y más antiguas han caído víctimas de los cambios que se producen a una velocidad cada vez mayor. La clave de la supervivencia en estos tiempos es añadir valor y los sindicatos sólo lo hacen para sus propios miembros, que participan en el festín de lo público sin haber hecho ningún mérito para entrar ni tampoco para permanecer, amparados en el chantaje de la movilización callejera contra cualquiera que ponga en peligro sus intereses.

El problema es que han perdido también su principal activo, la capacidad de producir miedo, y eso les llevará inexorablemente a la ruina. Pocos, al margen de ellos, lo sentirán. Pero mientras tanto: “Camarerooo… traiga más cerveza!”

sábado, 18 de febrero de 2012

La reforma laboral de los ...



Yo creo que nadie tiene muy claro si la reforma laboral es buena, mala o regular. Reconozco que a la asignatura de derecho del trabajo no le hice más caso que el suficiente para aprobarla sin pena ni gloria lo que me impide hacer sesudos análisis jurídicos. Por eso prefiero juzgarla por indicios como en los juicios en que no hay pruebas fehacientes. Y el que tuviéramos una legislación antigua, alejada del resto de países de nuestro entorno, heredera de la normativa paternalista del régimen de Franco y parcheada siempre con la oposición de unos sindicatos que son otra reliquia, es el mejor indicio de la necesidad del cambio.

En una sociedad donde todo cambia a una velocidad vertiginosa, pensar que las normas reguladoras de las relaciones laborales pueden permanecer inmutables es un disparate. En la economía actual hay un factor nuevo que se ha añadido a los tradicionales, tierra, capital y trabajo, constituido por el conocimiento, determinante del valor y la competitividad de las empresas (Apple o Google son buena prueba) El conocimiento va ser decisivo a la hora de configurar las relaciones entre empleador y empleado, porque cuanto más tengamos, mayor será nuestra capacidad de ponerlo en valor dentro de la balanza laboral.

Pero nada de esto comprenden unos sindicatos que, en el mejor de los casos se han quedado en la revolución industrial. Tampoco les interesa mucho porque, aunque saben de la existencia de un montón de aspectos novedosos en el ámbito laboral (freelancer, teletrabajo, empresa inteligente, trabajo en red) desconocen cómo gestionarlos e intuyen que pone en peligro su posición de privilegio en los comités de empresas y los consejos de dirección de bancos. Por eso se resisten a cualquier cambio como gato panza arriba.

Podría entenderles si pensara que actúan de buena fe. Nadie dudaría de la legitimidad de viejos sindicalistas como Marcelino Camacho (preso en el franquismo y, sin embargo, partícipe en la reconciliación de los españoles) armados de un valor que no ha sufrido alteración en el tiempo, como es la honestidad. Pero reconozco que el espectáculo de los líderes sindicales en el papel de agitadores de masas mientras disfrutan de viajes en cruceros o resorts de lujo, o de sueldos de 180.000 euros me da nauseas. Ellos, que estuvieron durante años con la boca tapada por la mordaza de las millonarias subvenciones repartidas por Zp, al margen de las penalidades de los millones de españoles que veían sus sueldos reducidos o sus trabajos pulverizados, solo se merecen el mayor de los desprecios.

martes, 14 de febrero de 2012

La nana de la cebolla francesa



El deporte mundial de este invierno es la queja. Los griegos se quejan de los recortes prendiendo fuego a su país, los sindicatos se quejan de las reformas amenazando tomar la calle, los sirios se quejan de la dictadura mientras el ejército les bombardea y los franceses se quejan del dopaje de los españoles a través de sus portavoces de gomaespuma (en lo que ha quedado la Grandeur de la France, Mon Dieu!).

Vale que los sirios se quejen, porque cuando te tiranizan la forma de ejercer el derecho al pataleo es echarse al monte. Admito las quejas de los griegos, aunque no han sido ajenos del todo a la ruina de Grecia. Comprendo a los sindicatos, si bien deberían preguntarse por qué tienen menos poder de convocatoria que un concierto de arpa.

Ahora bien, no pienso tolerar la acusación de fraude por parte de unos tipos cuyo presidente gasta zapatos con unas alzas que jamás soñó el Fary. A Sarkozy, tan aparente en las fotos con su mujer, en cuanto le hacen la prueba antidoping del retrato de cuerpo entero es descalificado por ir subido a un taburete.

Yo no sé si los españoles estamos capacitados para ganar a los galos en deportes. Los precedentes dicen que hace doscientos años corrían más rápido ellos, y nosotros íbamos por detrás esgrimiendo hoces y navajas cabriteras. En cambio en las competiciones de tiro desde antiguo fuimos muy competitivos y donde poníamos el ojo, que normalmente era en la barriga de un gabacho, poníamos el arcabuz.

Nada resta a los franceses del pasado esplendor. Sospecho que ahora toman alguna sustancia dopante con efectos secundarios que en vez de aumentar la musculatura les oscurece la cara. De lo contrario no me explico cómo su selección olímpica, teniendo el país una mayoría abrumadora de habitantes blancos, parece una banda de reggae.

Nuestros vecinos deberían entrenar más y comer menos crepes, que luego les pesa el culo y llegan a la meta justo al comienzo de la carrera siguiente. Sin ánimo de ofender, me permito recordarles que quejarse es el pasatiempo de los incapaces.

sábado, 11 de febrero de 2012

Garzón no se equivocó


Se equivocó la paloma de Alberti. Garzón es un halcón y no se equivocaba al ordenar la escucha de los responsables de la trama Gürtel y sus abogados. Porque si lo hubiera hecho no habría incurrido en el delito por el que ha sido condenado a la mayor deshonra para un juez: la privación definitiva de todos sus cargos y honores.

Nuestro más Alto Tribunal, compuesto de magistrados de todas las ideologías, ha dictaminado por unanimidad, privando a sus detractores del consuelo de un voto particular al que agarrarse, que el juez-estrella no dictó una resolución errónea, pues en ese caso no existiría prevaricación. Lo que hizo fue dictar una resolución injusta a sabiendas, apartada de todo criterio de interpretación razonable y manifiestamente contraria al Derecho.

En nuestro ordenamiento jurídico la interceptación y grabación de las conversaciones entre abogados y acusados está limitada a los casos de terrorismo, y siempre y cuando los abogados colaboren en las actividades terroristas. Eso lo sabía Garzón, como sabía que no había aquí terroristas ni abogados delincuentes. Pero sí carnaza en forma de corrupción con políticos de derechas y tenía que obtenerla sin detenerse en los medios utilizados.

Lo de menos para el supuesto campeón de los derechos civiles es que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos considere el secreto de las comunicaciones entre acusados y defensores como “la base de la justicia democrática”. Tampoco que, según dice el Supremo, laminar el derecho de defensa constituya una práctica propia de regímenes totalitarios en que todo es válido para obtener la información que interesa o se supone que interesa al Estado.

Y si Garzón no erraba al vulnerar esos principios sagrados para un jurista, tampoco lo hacen quienes se manifiestan contra su condena, porque no hay error en aquellos que no tienen el menor conocimiento de una cuestión ni intención de informarse sobre ella. Progresistas e indignados saben que nadie resulta inocente cuando su adversario es el juez, y de ahí su interés en mantener contra viento y marea a un juez que tenía a sus mismos adversarios.

Decía Horacio que "El juez bueno y fiel prefiere lo justo a lo conveniente". Garzón siempre prefirió lo que le convenía, y por ello es un día grande para la Justicia aquel en que se libera de un juez que le fue infiel.

lunes, 6 de febrero de 2012

Extremadura se cae (2) La mentira tecnológica.


En noviembre de 2002 el Washington Post recogía la noticia de que una región europea planteaba el mayor desafío al dominio de Microsoft. La región era Extremadura y el desafío era Linex, un desarrollo en software libre que ha hecho correr muchos más ríos de tinta que bites.

Efectivamente, cuando el caudillo Ibarra, un completo analfabeto tecnológico, vio el filón propagandístico que suponía colocar a Extremadura en el mapa digital, imaginó que una región periférica que no había tenido Revolución Industrial podía situarse en la vanguardia de la Revolución Informática mundial. Y así se invirtieron millones y millones en comprar ordenadores para las aulas (uno para cada niño era la consigna) sin contar con que no existía la base de conocimiento TIC que permitiera aprovecharlos. Y con la excusa de ahorrar unas cuantas licencias de software se gastó una fortuna en hardware.

El invento sirvió para crear una nueva religión, que tenía sus propios “padres”, sus “catedrales” presididas por una cigüeña, sus partidarios y por supuesto su financiación. Era una religión atractiva, el software libre frente al software propietario representado por el omnipotente Bill Gates. Y en una causa tan benéfica, progresista y universal no cabía escatimar, que al final pagaba Europa. Y se invirtieron más millones en desarrollos informáticos con la excusa de que nada era caro porque el conocimiento se quedaba en la región.

Lo de menos es que los ordenadores se cubrieran de polvo en las escuelas, con sistemas operativos y programas que envejecían a toda velocidad. Era accesorio que, diez años después de la portada del Post, los funcionarios extremeños siguieran trabajando con Windows, la herramienta del enemigo, porque el tiempo y dinero invertido no habían conseguido crear nada propio utilizable para la gestión administrativa. No importaba que Extremadura fuera irrelevante en la comunidad del software libre porque los paniaguados de Linex vivían como cigarras sin aportar nada nuevo. Una minucia que la penetración de Internet en los hogares extremeños fuera inferior a la media nacional.

Lo importante es que la nueva religión tenía dos ventajas innegables: era progresista y no se sabía muy bien en qué consistía. Así podía cubrir bajo su manto a los adeptos que vivían como pachás a costa de los fondos tecnológicos. Porque, a diferencia de otras inversiones o gastos con precios contrastables, aquí nadie tenía claro cuánto se pagaba ni por qué, lo que abría un inmenso abanico de posibilidades.

El nuevo gobierno ha decidido acabar con aquel proyecto y se han alzado algunas voces criticando el fin de la esperanza digital en Extremadura. Que no cunda el pánico. No se ha perdido nada puesto que no había más que el vacío, oculto por la página ya amarillenta de un diario americano.

domingo, 5 de febrero de 2012

De bancos, burbujas, pinchazos y gobiernos



El gobierno aborda al fin una reestructuración en serio del sector financiero. Entre la opción de sajar de una vez el inmenso abceso que nos mantiene desde hace cinco años postrados con fiebre crediticia o seguir tratándolo con infusiones para ver si se reabsorbía, el doctor ha optado por intervenir.

Por supuesto que la valoración a precio de mercado de los activos tóxicos será un varapalo enorme para los balances bancarios. Pero seguir en la mentira de unos mercados inmobiliarios en los que nada se vende y a pesar de eso los precios no bajan es suicida. Al igual que lo es tener unos bancos que no pueden prestar dinero porque cualquier asunción de riesgo implica unas necesidades de provisiones a las que no pueden hacer frente.

Hacer efectiva la bajada real de los inmuebles supondrá un golpe psicológico para muchos, puesto que los españoles, a diferencia de los americanos, contabilizamos rápidamente los beneficios y en cambio somos incapaces de reconocer las pérdidas. Así, todos hemos dicho o escuchado cosas como “si mi vecino ha vendido su casa por 400.000 la mía, que está mejor orientada y tiene piscina, vale 450.000”, a gente que había comprado por menos de la mitad de esa cifra y sólo había pagado una parte de los intereses.

Lo curioso es que esa ceguera afectaba y afecta, en igual medida, a los profesionales del ladrillo. Basta escuchar las tonterías de los jefes de las patronales del sector o las grandes agencias inmobiliarias: “Los precios en el centro de las grandes ciudades ya deben repuntar”, “no queda margen para descuentos”, “es un buen momento para comprar”. Y aunque la realidad se empeña en desmentirlas, las mismas frases se vienen oyendo año tras año. En consecuencia, mientras en Miami hace tres años que reconocieron bajadas del 50%, el propietario de un piso en Valladolid se niega a considerar la posibilidad de que su precio haya bajado un 20%. Lógico, pues todo el mundo sabe que Miami no es lo mismo que Valladolid.

Pero lo cierto es que en cuanto reconozcamos el problema habremos avanzado un paso de gigante en la solución. Es posible entonces que haya un verdadero mercado con oferta, demanda, financiación y negocio. ¿Un mercado más humilde? Seguro que sí, pero mercado al fin y al cabo. Y una vez que el bisturí limpie la podredumbre del sistema, aunque la operación sea muy dolorosa, estaremos en condiciones de empezar a caminar de nuevo sin temblores ni convulsiones financieras.

sábado, 4 de febrero de 2012

El circo



Me prometí no volver a escribir sobre el extinto presidente y su cuadrilla de titiriteros, pero viendo el espectáculo que se celebra en Sevilla no puedo evitar hacerme cruces sobre el futuro que espera este pobre país si vuelve a caer en manos de estos artistas.

Rubalcaba, Bono, González, Chacón… aplaudiendo a un Zp que en su discurso de despedida considera que no lo hizo mal, salvo pequeños detalles. Ni una cara nueva. Cuando se observan los currículos de los asistentes al congreso no hay forma de encontrar nada que nos sean políticos profesionales lo que, siendo malo en sí, se torna estremecedor al comprobar que la supuesta flor y nata del socialismo está compuesta integramente de personajes cuyo enriquecimiento personal ha ido paralelo a la miseria en que han ido sumiendo a este pobre país.

Es tremendo que los servicios prestados por esta tropa lo hayan sido básicamente en beneficio propio. Así se explica que personajes absolutamente quemados sigan peleando por ocupar las parcelas de poder. No podía ser de otra forma, porque fuera de la política no son nada.

El problema no es que estos tipos tengan un pasado que sólo puede ser contemplado con desprecio por todos aquellos, especialmente los cinco millones de parados, a quienes han puesto hoy al límite de la esperanza. Lo verdaderamente preocupante es que sean una alternativa de futuro. De verdad el PSOE no puede ofrecer modelos menos siniestros que los que están desfilando estos días por la pasarela sevillana? Pues más que un circo lo que asemeja esto es una nueva entrega de Walking Dead.

No sé quién se llevará el gato al agua en este vodevil (parece que la insustancial Chacón) pero sinceramente espero que el “nuevo” proyecto socialista se vea abocado al fracaso más absoluto, porque su éxito sería la perdición de los españoles.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Extremadura se cae (I)



Guillermo Fernández Vara y sus ya escasos seguidores se hacen eco de la caída de lo que ellos llaman las esperanzas de Extremadura. Y en verdad Extremadura da la impresión de caerse a pedazos sin que nadie pueda impedirlo. Pero a lo que estamos asistiendo, unos más perplejos que otros, no es sino al derrumbamiento de un modelo que durante casi treinta años ha conseguido mantener a la región a la cola de España en todos los indicadores del desarrollo. Y en su fulminante ocaso tiene poco que ver el nuevo gobierno popular (en seis meses no se es culpable de nada, ni para bien ni para mal) sino más bien que el cristal en que lo tallaron los gobiernos de Ibarra y su sucesor era frágil, turbio y defectuoso.

Nos vendieron una Extremadura tecnológica y cultural, industrial y verde, urbana y rural, de servicios y agraria, internacional y típica, moderna y ancestral. Y tantas cosas tan opuestas no podían ser sino una mentira. Mentira creída por los extremeños mientras hubo fondos europeos para pagar la capa que tapara las vergüenzas de un modelo carente de un sustrato capaz de aguantar la más pequeña tormenta.

Hace poco escuchaba al profesor Ballesteros explicar la necesidad de enfoque como requisito para el éxito de un proyecto. Mostraba la imagen del sol y una lupa moviéndose continuamente sobre una hoja de papel sin conseguir otro efecto que, si acaso, calentarla ligeramente. Sólo manteniéndola fija en un punto conseguirá quemarla.

Pues bien, los gobiernos de Ibarra y Vara llevan años desplazando la lupa sobre el mapa del territorio extremeño enfocando un día el Linex y al siguiente las infraestructuras, una semana las áreas de salud y la siguiente las viviendas, un mes el turismo rural y el siguiente las refinerías. Y así, la lupa nunca se paraba en ninguna parte porque su continuo movimiento sólo tenía una finalidad: tratar de contentar a la clientela electoral que los sostuviera en el poder.

El resultado han sido ordenadores viejos arrumbados en las aulas, sector industrial en quiebra, palacios de congresos vacíos y autopistas a ninguna parte junto con infraestructuras necesarias sin terminar, emprendedores subvencionados cuyo mercado son los boletines oficiales, colas de espera en sanidad, fracaso escolar, empresas públicas ruinosas e índices de paro record.

No se trata de caer en el catastrofismo, porque para que nazca lo nuevo es preciso que lo viejo muera. Y aunque todas las muertes conllevan luto, en el fondo debemos alegrarnos de la desaparición de un modelo que no hacía sino mantenernos al margen del carro del desarrollo. Ahora, como en una vieja canción, habrá que construir de cero el pozo y el granero y aprender de nuevo a andar. Ahora se trata de construir juntos una nueva esperanza.